La Pasión de Cristo

lunes, 26 de abril de 2010 | | | |
El mes de Marzo estuvo marcado en Montehermoso por la representación de La Pasión, donde se reviven las últimas horas de Cristo.

Para todo el que acude a verlo, La Pasión empieza con “La última cena” pero, tanto para el grupo de amigos que lo organiza e interpreta, como para la Casa de Oficios, todo comienza con el primer ensayo.

Este mes en el auditorio se juntaron sus guiones con nuestros balances de blanco y sus cruces con nuestros trípodes pero aún así se respiraba en el ambiente, la calma propia de un niño. Hasta que los ensayos pasan a hacerse en los escenarios del gran día: las calles de Montehermoso. Saberse el guión y la expresión corporal cobran cada día más importancia. Cada día que se podía claro está, porque varios días de ensayos se vieron interrumpidos por la inoportuna lluvia.

Pero la lluvia y el frío tenían que aguantarse si o si. Y si no, que le pregunten a Vidal Martín, que este año era el segundo que le tocaba pasar frío y ‘dolor’ como a ninguno, puesto que llevaba en su espalda el peso de ser Jesucristo.

Hemos pasado horas en la calle en las que no importaban el frío ni el agua; importaba que las cámaras estuvieran en el lugar correcto, que el trípode llegase a tiempo, que el spring final fuese lo suficiente rápido como para que nadie fallase a nadie, y es que nos tuvimos que convertir en uno de manera tan esencial que seguro que acabamos pestañeando todos al mismo son.

Pero el día clave, aims el día clave... El 31 de marzo las horas se hicieron eternas desde por la mañana; horas en las que casi podíamos saborear el cordero pascual y el vino, casi sentíamos los látigos en nuestra espalda y casi notábamos penetrar los clavos en nuestras manos; y todo eso cuando aún andábamos haciendo pruebas de sonido, enchufando los cables en las mesas y procurando que los monitores no fallasen.

Vanessa volaba, ni se la veía, estaba en uno y en mil sitios a la vez. Felipe era como una ráfaga que supervisaba todo sin que te dieras apenas cuenta y la directora, Esther, se preocupaba de que por la noche no pasásemos hambre a sabiendas de que los nervios no dejarían pasar nada por nuestros gaznates.

Pero para mí lo más importante ha sido verlo todo a través de una cámara, cámara que estaba en mis manos, saber que si fallaba yo, si uno fallaba, fallaban los compañeros, saber que si uno caía, caíamos todos. Pero por todo esto hoy podemos decir que nuestra pasión ha sido la más emocionante.

María Narciso

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